EL IMPERIALISMO DEL SIGLO
XIX
Dos grandes zonas
del mundo, África
y el Pacífico,
fueron totalmente divididas
por razones prácticas.
No quedó ningún Estado
independiente en el
Pacífico, que fue
totalmente dividido entre
británicos, franceses, alemanes,
neerlandeses, norteamericanos y japoneses. En 1914 África pertenecía a los
imperios británico, francés, alemán, belga, portugués y español, con la
excepción de Etiopía, la República de Liberia en el África occidental y una
parte de Marruecos que todavía resistía la conquista total.
El propósito de
este artículo es
analizar las principales
razones que motivaron
a las potencias
europeas: Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda, Portugal y Bélgica, a
desarrollar una carrera imperialista en
Asia y África, principalmente. Además, de reflexionar en torno a las
consecuencias que trajo para el tercer
mundo este proceso imperialista y las circunstancias sociales y
económicas sobre las cuales se llevó a cabo
el Neo-colonialismo.
Introducción.
El concepto de
Imperialismo es de
por si polémico
y expuesto a
interpretaciones
contradictorias. No es
fácil definirlo, aunque
para la mayoría signifique una
práctica de
dominación
empleada por las naciones o pueblos poderosos para ampliar y mantener su
control o
influencia sobre naciones
o pueblos más
débiles, no todos
los historiadores
están de acuerdo en torno a sus motivaciones y objetivos. Menos
consensos existen aun
cuando se trata de identificar a los países o naciones “imperialistas”.
En lo que sí creemos
estar seguros es que sus principales y primigenias acciones son
motivadas por razones
económicas. Y será esta interpretación el hilo conductor de nuestro
estudio.
El imperialismo del fines del siglo XIX y comienzos del XX fue un
proceso motivado
por diferentes razones,
principalmente económicas y
estratégicas, que arrojó
como
consecuencia directa la
explotación de millones
de habitantes del
tercer mundo, y
posteriormente, derivó en
un conflicto bélico
(resultado directo del
imperialismo y de la
carrera armamentista europea de la época) de grandes proporciones entre
las potencias
imperialistas de turno. El propósito de este análisis es mencionar y
reflexionar en base al
camino que tomó este afán imperialista del siglo XIX y a los resultados
que arrojó para el
curso de la historia del siglo XX.
Un mundo en el que el ritmo de la economía estaba determinado por los
países
capitalistas desarrollados o en proceso de desarrollo existentes en su
seno tenía grandes
probabilidades de convertirse en un mundo en el que los países
“avanzados” dominaran a
los “atrasados”: en
definitiva, convertirse en
un mundo imperialista.
Pero,
paradójicamente,
el periodo transcurrido entre 1875 y 1914 se le puede calificar como era
del imperio no
solo porque en el se desarrolló un nuevo tipo de imperialismo, sino también
por otro
motivo ciertamente anacrónico.
Probablemente fue el
periodo de la
historia
moderna en que
hubo mayor número de gobernantes que se autotitulaban “emperadores”
o que
eran considerados por
los diplomáticos occidentales
como merecedores de ese
titulo.
En Europa se reclamaban este titulo los gobernantes de Alemania,
Austria, Rusia y
Turquía y (en su calidad de señores de la India) el Reino Unido. Dos de
ellos (Alemania y
el Reino Unido/India) eran innovaciones del decenio de 1870.
Compensaban con creces
la desaparición del
segundo imperio en
Francia de Napoleón
III. Fuera de
Europa, se
adjudicaba normalmente ese titulo a los gobernantes de China, Japón,
Persia Etiopía y
Marruecos. En 1918 habían desaparecido cinco de ellos.
El periodo que estudiamos es una era en que aparece un nuevo tipo de
imperio, el
imperio colonial. Hasta finales de la década de 1860, la palabra
“imperialismo” se había
aplicado sobre todo a la Francia de Napoleón III. No fue hasta 1869
cuando se comenzó a
hablar de “el imperialismo en el buen sentido”, por lo que se entendía
“la conciencia de
que a veces
tenemos (las potencias
europeas) el deber
ineludible de realizar
tareas
pesadas u ofensivas como defender el Canadá o gobernar Irlanda”, frases
como esta eran
cotidianas en los respectivos gobiernos de turno europeos. Sea como
sea, este periodo
se caracterizó por un afán de conquista de nuevos territorios por parte
de las principales
potencias europeas, lo
que traería fatales
consecuencias para millones
de habitantes
africanos y asiáticos, lo cuales serían explotados de forma
indiscriminada para satisfacer
las ansias de poder y riquezas de los diferentes gobiernos europeos.
Este artículo está
basado en el
método hermenéutico- interpretativo, el
cual, a
través de un
estudio bibliográfico, pretende
entregar una visión
integral del proceso
imperialista llevado a cabo por las potencias europeas de la segunda
mitad del siglo XIX.
Entre los autores
más destacados, a
nuestro parecer, es
Eric Hobsbawm, historiador
británico de prestigio
a nivel mundial,
de corte marxista,
influenciado a su vez por la
Escuela de los
Annales, miembro insigne
de la Historia
Social Británica de
la segunda
mitad del siglo
XX. Acostumbra utilizar
fuentes primarias y
efectuar una vasta
revisión
bibliográfica con respecto
al tema de
estudio, además aporta
con una visión
crítica al
momento de interpretar el proceso imperialista mencionado. Otro
historiador visitado fue
Asa Briggs, quien,
junto a Patricia
Clavin, efectuaron un
trabajo concienzudo, también
basado en fuentes
primarias, junto con
un análisis en
base a bibliografía,
de corte
interpretativo aunque desde un punto de vista más conservador que Hobsbawm.
En búsqueda de un objetivo común.
La lucha febril
de las potencias
colonialistas por los
territorios de ultramar
dio a las
relaciones de los Estados una dureza hasta entonces desconocida. Sin
embargo, no eran
únicamente las grandes potencias
las que chocaban
una y otra
vez por cuestiones
internacionales; también las
potencias de segundo
rango fueron dominadas
por las
tendencias imperialistas de
la época. De
tal forma que
aquellas provocaron el
desmoronamiento del sistema de las potencias europeas en la Primera
Guerra Mundial.
Para “algunos Estados europeos, como Inglaterra y Francia, ya hacía
tiempo que llevaban
a cabo una política de expansión colonial. Hacia 1885 este proceso de
expansión de la
civilización europea por todo el globo sufre una violenta aceleración;
en pocos años se
convirtió en una auténtica carrera de las potencias europeas tras los
territorios de ultramar
aún “libres”, a la que, a partir de 1894, se sumaron también Japón y
los Estados Unidos”.
Esta carrera tenía
un objetivo común:
los territorios de
Asia y África,
con sus recursos
naturales como objetivo
principal, incluyendo los
recursos humanos, quienes,
además,
serían tratados como un potencial mercado.
En América latina, la dominación económica y las presiones políticas
necesarias
se realizaban sin una conquista formal. Ciertamente, el continente
americano fue la única
gran región del planeta en la que no hubo una seria rivalidad entre las
grandes potencias.
Ni para el Reino Unido ni para ningún otro país existían razones de
peso para rivalizar con
los Estados Unidos desafiando la doctrina Monroe. Hobsbawm, señala que
“ese reparto
del mundo entre un número reducido de Estados era la expresión más
espectacular de la
progresiva división del globo en fuertes y débiles, avanzados y
atrasados. Era también un
fenómeno totalmente nuevo. Entre 1876 y 1915, aproximadamente una
cuarta parte de la
superficie del planeta
fue distribuida o
redistribuida en forma
de colonias entre
media
docena de Estados”
Hasta entonces las
potencias europeas habían
dejado toda la
iniciativa a los
grandes colonizadores y
a las empresas
coloniales y en
general no dejaban
seguir la
bandera nacional al
comercio. En todo
caso se había
tratado de reducir
al mínimo la
propia intervención política y militar. Ahora la situación se había convertido en lo contrario.
Impulsadas por un
nacionalismo que había desembocado en
imperialismo, las potencias
europeas empezaron
a perseguir sistemáticamente la
adquisición de nuevos
territorios
coloniales y a
respaldar con capital propio la conquista y penetración económica de los
países subdesarrollados, pero
ya en la
fase inicial y
no, como hasta
entonces, solo
cuando las cosas
habían alcanzado un cierto grado de madurez. De la noche a la mañana
se convertía el
colonialismo en imperialismo.
Si bien, los emperadores y los imperios eran instituciones antiguas, el
imperialismo
era un fenómeno totalmente nuevo. Era una voz nueva ideada para
describir un fenómeno
nuevo. El análisis del imperialismo, fuertemente crítico, realizado por
Lenin se convertiría
en un elemento
central del marxismo
revolucionario de los
movimientos comunistas a
partir de 1917 y también en los movimientos revolucionarios del tercer
mundo. En efecto,
para Lenin el
imperialismo era la
etapa final y culmine del
capitalismo. Para éste,
la
expansión de modo de producción capitalista lleva inexorablemente a su
estadio supremo
y último (su fase superior), el imperialismo, en cuyo interior se
produce la exacerbación de
las contradicciones del
sistema que darán
como fruto el
triunfo de las
clases menos
favorecidas. La concentración monopolista de los capitales financieros,
los cuales han de
ser colocados en
los territorios dominados
por las principales
potencias, supone el
incremento de las luchas internacionales por
la obtención de
los distintos mercados,
dando así como
resultado la definitiva
aparición de las
condiciones necesarias para
la
transformación de la sociedad según el modelo revolucionario
socialista.
MAPA DE L0S GRANDES IMPERIOS COLONIALES |
INTERDEPENDENCIA ECONÓMICA,
NACIONALISMO Y RIVALIDAD.
El acontecimiento más importante del siglo XIX es, en opinión de
Hobsbawm, “la creación
de una economía
global, que penetró de forma progresiva en los rincones más remotos
del mundo,
con un tejido
cada vez más
denso de transacciones
económicas,
comunicaciones y
movimiento de productos, dinero y seres humanos que vinculaba a los
países
desarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado. De no haber sido por estos
condicionamientos,
no habría existido una razón especial para que los estados europeos
hubieran demostrado
en menor interés,
por ejemplo, por
la cuenca del
Congo o se
hubieran
enzarzados en disputas diplomáticas por un atolón del Pacífico.”
Una red de transportes (ferrocarriles, ahora también en el tercer
mundo, barcos a
vapor y nuevas vías de comunicación, además de mejores caminos y
carreteras) mucho
más tupida posibilitó que incluso las zonas mas atrasadas y hasta
entonces marginales se
incorporaran a la economía mundial, y los núcleos tradicionales de
riqueza y desarrollo
experimentaron un nuevo
interés por esas
zonas remotas. El
principal país imperialista
fue Inglaterra. El impulso principal del imperialismo inglés estaba
dirigido a la región del
Alto Nilo; de esta manera se esperaba estabilizar la dominación en
Egipto. Para Briggs y
Clavin, “mientras tanto,
los antiguos imperios
de España y
Holanda seguían existiendo
sobre el mapa –y este último aumentó en riqueza, pero no en
tamaño- , mientras que el
imperio portugués creció
en ambos sentidos.
Italia participó en
la carrera imperial
con
escaso éxito (en 1896 fracasó en su tentativa de apoderarse de
Abisinia), y Bélgica, que
teóricamente carecía de imperio, se ocupaba de gestionar el Estado del
Congo, propiedad
del Rey Leopoldo, quien lo legó al país en su testamento de 1889.
Incluso los Estados
Unidos, con un abultado historial de anticolonialismo, adquirieron
colonias en la década
de 1890”
. La rivalidad
entre las potencias
imperialistas era inevitable
y también lo era
entre los países imperialistas de menor envergadura, el nacionalismo
exigía cada vez más
territorios y conquistas, todo esto llevaría a Europa a la Primera
Guerra Mundial.
El imperialismo compartía
ciertos ingredientes del
folclore nacionalista, ya que
siempre tuvo sus héroes y sus mitos. Y, al igual que el nacionalismo,
podía sostener que
el mundo no se repartía entre imperialismos rivales, sino
complementarios, cada uno de
los cuales tenía su propia misión. De hecho, a veces los distintos
imperialismos formaban
causa común en nombre de la “civilización” y el “progreso”. Siguiendo
el punto de vista de
Briggs y Clavin, “los abanderados del colonialismo británico solían
trazar una distinción
muy clara entre
ellos, con sus
“familiares y amigos”,
y los “nativos”
o “aborígenes” a
quienes vencían o dominaban. En el primer caso- ejemplificado por Canadá y Australia-,
los colonos, a los que se habían sumado oleadas de inmigrantes recientes, obtuvieron la
independencia parcial en la segunda mitad del siglo XIX; el gobierno
federal de Australia,
por ejemplo, se remonta a 1900. En el segundo caso, se hablaba de la
carga del hombre
blanco, pero también había razones para el entusiasmo, además de un
deseo de poner
las cosas en su sitio”.
Las relaciones germano-inglesas estaban ya bastante deterioradas, pero
en 1896
alcanzaron su punto
crítico. El motivo
fue la cuestión
boer, problema cada
vez más
importante para la política imperial inglesa desde el descubrimiento de
oro y diamantes en
el Rand. Influenciado
por la idea
de que la
raza anglosajona y
la teutona estaban
llamadas a dirigir juntas el mundo, el primer ministro inglés Joseph
Chamberlain presentó
en marzo de 1898 un proyecto de
alianza a los alemanes sin haber sido encargado de
ello, sin embargo, expresamente por su premier. Según Mommsen, “el
objetivo inmediato
de esta oferta
sorprendente debía ser
el de reforzar
la posición de
Inglaterra en las
negociaciones con Francia sobre las cuestiones de África Occidental”.
Un conflicto importante
dentro de las
relaciones franco-inglesas fue
el de
Faschoda. En 1898 estalló la crisis. Una gran indignación se apoderó de
toda la nación
francesa ante la exigencia británica de
abandonar inmediatamente el Sudán. Una guerra
entre ambas potencias parecía inevitable. Mommsen, afirma que “Francia,
mal preparada
para la guerra terminó por ceder, por consejo de Delcassé, después de
cinco semanas de
agitaciones. Aunque la grave humillación de Faschoda se había grabado
profundamente
en la conciencia
de la nación
francesa, en los
años sucesivos Delcassé
orientó
sistemáticamente la política exterior de su país hacia una línea de
completo acuerdo con
Inglaterra en las cuestiones coloniales”. Con el transcurrir de los
años Inglaterra tomaría
conciencia de que su principal enemigo imperialista no era Francia sino
Alemania.
Las minas fueron
los grandes pioneros que abrieron el mundo al imperialismo, y
fueron
extraordinariamente eficaces porque sus beneficios eran lo bastante importantes
como para justificar
también la construcción de ramales de ferrocarril. Las plantaciones,
explotaciones y
granjas eran el
segundo pilar de
las economías imperiales.
Los
comerciantes y
financieros metropolitanos eran el tercero.
Un argumento general,
compartido también por
Hobsbawm, de peso
para la
expansión colonial era
la búsqueda de mercados.
“El imperialismo era
la consecuencia
natural de una
economía internacional basada
en la rivalidad
varias economías
industriales competidoras, hecho
al que se
sumaban las presiones
económicas del
decenio de 1880”.
África y Oceanía
fueron las principales
zonas donde se
centró la
competencia por conseguir
nuevos territorios. Es
imposible separar la
política y la
economía en una sociedad capitalista, como lo es separar la religión y
la sociedad en una
comunidad islámica. “La pretensión de explicar el nuevo imperialismo
desde una óptica
no económica es tan poco realista como el intento de explicar la aparición
de los partidos
obreros sin tomar en cuenta para nada los factores económicos”.
El imperialismo estimuló
a las masas,
y en especial
a los elementos
potencialmente descontentos, a identificarse con el Estado y la nación
imperial, dando así,
de forma inconsciente, justificación y legitimidad al sistema social y
político representado
por ese Estado. El imperialismo ayudaba a crear un buen cemento
ideológico. En algunos
países el imperialismo
alcanzó una gran
popularidad entre las clases medias,
cuya
identidad social descansaba en la pretensión de ser los vehículos
elegidos del patriotismo.
Según Hobsbawm, “no
se puede negar que la idea de superioridad y de dominio sobre
un mundo poblado
por gentes de piel oscura en remotos lugares tenía arraigo popular y
que, por tanto,
benefició a la política imperialista”.
Desde luego, el imperialismo de los últimos años del siglo XIX era un
fenómeno
“nuevo”. Era el producto
de una época
de competitividad entre
economías nacionales
capitalistas e
industriales rivales que
era nueva y
que se vio intensificada por
las
presiones para
asegurar y salvaguardar
mercados en un
periodo de incertidumbre
económica. Era
un periodo en que las
tarifas proteccionistas y la expansión
eran las
exigencias que
planteaban las clases dirigentes. Nuevamente, Hobsbawm nos dice que
“todos los
intentos de separar
la explicación del
imperialismo de los
acontecimientos
específicos del
capitalismo en las
postrimerías del siglo
XIX han de
ser considerados
como meros
ejercicios ideológicos, aunque
muchas veces cultos
y en ocasiones
agudos”. Como
se ve, imperialismo
y capitalismo son
partes inseparables de la
evolución histórica
de los dos
últimos siglos, no
se puede entender
el imperialismo sin
tomar en cuenta
los principios económicos básicos del capitalismo.
Imperialismo en el extremo oriente y el Pacífico
En el extremo oriente el imperialismo también estaba presente. Japón se
encontraba en el
inicio de una
revolución industrial que
contaba con el
apoyo del estado
y que iba a
transformar las bases de su poder en
el siglo XX. Entre 1894 y 1895, la guerra entre el
Japón insular y la China continental puso de manifiesto al mismo tiempo
la fortaleza del
Japón y la
debilidad de China.
Antes de
terminar el siglo,
la rebelión xenófoba
de los
bóxers en China
alarmó a los países europeos y a los
Estados Unidos más que todo lo
que hubiera
ocurrido en Japón. En 1908, China ya tenía su proyecto de constitución y en
1912 se
convertiría en república. La evolución de los acontecimientos en China obligó a
los ingleses a
buscar de nuevo la amistad con Alemania.
En el verano de 1900 China fue
sacudida por la
insurrección de los bóxers. Según Mommsen, “si bien el movimiento de
los bóxers fue
aplastado relativamente pronto por un ejército internacional se produjeron
considerables
complicaciones internacionales. Rusia aprovechó la ocasión para reforzar
su posición en
Manchuria. En caso de que otras potencias tratasen de obtener ventajas
territoriales en
China, Inglaterra y
Alemania se pondrían
antes de acuerdo
sobre las
iniciativas
comunes a tomar con el fin de garantizar sus intereses”.
Si examinamos el mundo en fase de “imperialización” en su conjunto –
África, Asia
y el Pacífico-, y nos apoyamos en la opinión de Briggs y Clavin, vemos
que “entre la gente
que participó en
el complejo proceso
de expansión había
exploradores ( por
ejemplo
Leopoldo, un conquistador
moderno, expuso su
proyecto africano en
un congreso
geográfico internacional celebrado en Bruselas en 1876); misioneros de
todos los credos,
que difundían el
evangelio o evangelios
rivales y muchas
cosas más, entre
ellas la
educación; emigrantes, que adquirían un nuevo hogar, lejos de su lugar
de nacimiento, y
un nuevo estilo de vida; hombres de negocios de todos los calibres, en
busca de nuevas
materias primas (tan distintas como el caucho, los minerales y los
aceites vegetales) o de
nuevos mercados para
sus productos manufacturados; contratistas,
constructores de
ciudades, puertos y
ferrocarriles; soldados, porque
los anales del
imperialismo están
manchados de sangre derramada en lo que se dio en llamar, a veces de
forma engañosa,
“pequeñas guerras”; administradores también
de todo tipo,
algunos de ellos
tan
importantes como para que los llamasen – y se vieran así mismos, al
estilo napoleónico –
procónsules”. Toda esta
gama de personajes
llevaría la explotación,
la sumisión y el
abuso de poder
en nombre de
la civilización cristiano-occidental hacia
el tercer mundo
africano y asiático, cambiando radicalmente la vida de millones de
habitantes subyugados
por el progreso.
CONCLUSIÓN
La idea central de este artículo es establecer que el imperialismo de
fines del siglo XIX fue
motivado por variadas razones, predominando las económicas y las
estratégicas. El afán
de cada potencia de demostrar su poderío, de aumentar sus posesiones en
ultramar y las
ansias de poder de los gobiernos europeos trajeron consecuencias nefastas para millones
de habitantes del
tercer mundo que, bajo el eslogan del progreso y la civilización, vieron
mermadas sus
libertades básicas, su cultura y su estilo de vida, condenando a gran parte
de África
y Asia a
un subdesarrollo económico
y un atraso
industrial que se
mantiene
hasta el día de
hoy.
La razón de ser del imperialismo no se hallaba en el comercio sino en
la inversión.
Las colonias proporcionaban nuevos mercados de capitales, y los
capitales invertidos en
el extranjero podían
generar mayores beneficios
que los invertidos
en el propio
país,
además de contribuir a crear empleo y aumentar el nivel de vida en
este. Además, eran
muy variadas y
a veces contradictorias las
motivaciones de los
imperialistas de los
partidos políticos y
de los gobiernos
de Europa. Algunos
creían que los
territorios
coloniales servían para
colocar el excedente
de población, un
argumento que era el
favorito de los
gobiernos conservadores, pero
que plantearon personas
que no tenían
ninguna relación con
el comercio ni
con las finanzas.
Otros pensaban en el
poder y el
prestigio, otro punto de vista típicamente conservador, propio de
hombres como Disraeli o
Bismarck, aunque ambos fueron lo bastante inteligentes como para sacar
partido de ese
punto de vista más que compartirlo.
Alemania, por culpa
de su diplomacia
oscilante e incapaz
se quedó aislada.
Solamente Austria-Hungría le
dio su apoyo
incondicional. Mientras las
otras potencias
trataban de consolidar
sus imperios coloniales,
renunciando a ampliarlos
ulteriormente,
para Alemania el
paso a gran
potencia colonial era
abandonado al futuro.
No fue una
política imperialista declarada y sistemática la que provocó el
aislamiento de las potencias
centrales, sino una política de prestigio oscilante e inestable. La
creciente desconfianza
de las otras grandes potencias hacia la política alemana se fue
convirtiendo cada vez más
en una amenaza para la paz europea, ya que en todas partes se tendía
ahora a oponerse
a los deseos de Alemania, incluso cuando estaban justificados.
El imperialismo
trajo consigo la interdependencia económica, la cual no se debe
idealizar. La división
del mundo en regiones “verdes” (agrícolas) y “negras” (industriales)
iba acompañada de
una división de la población en el interior de cada país entre “ricos” y
“pobres”, y
era fácil considerar
a ambas divisiones
obra de la
naturaleza, en lugar
de
producto de
la actuación humana.
En este contexto
las perspectivas internacionales
fueron cambiando.
Europa dominaba el comercio internacional, pero los Estados Unidos
hacían grandes
progresos en producción, aprovechándose de sus enormes reservas en
materias primas,
un mercado interno
enorme y una
tecnología avanzada que
permitía
ahorrar en mano de
obra. En las nuevas industrias –como la automovilística, una industria
tan fundamental en
el siglo XX como el ferrocarril en el XIX -
, los Estados Unidos pronto
tomaron una
delantera que ya no perderían.
Hay que mencionar
brevemente un aspecto
final del imperialismo:
su impacto
sobre las clases dirigentes y medias de los países metropolitanos. En
cierto sentido, el
imperialismo dramatizó el triunfo de esas clases y de las sociedades
creadas a su imagen
como ningún otro factor podría haberlo hecho. Un conjunto reducido de
países, situados
casi todos ellos en el noroeste de Europa, dominaban el globo. Pero el
triunfo imperial
planteó problemas e
incertidumbres. Planteó problemas
porque se hizo
cada vez más
insoluble la contradicción
entre la forma
en que las
clases dirigentes de
la metrópoli
gobernaban sus imperios y la manera en que los hacían con sus pueblos.
Inevitablemente llegamos a conclusiones propias del materialismo
histórico cuando
estudiamos el proceso imperialista del siglo XIX. Como lo afirmó Marx,
en sus Tesis sobre
Feuerbach, “la teoría materialista de que los hombres son producto de
las circunstancias y
de la educación,
y de que,
por tanto, los
hombres modificados son
producto de
circunstancias distintas y
de una educación
modificada, olvida que
son los hombres,
precisamente, los que
hacen que cambien
las circunstancias y
que el propio
educador
necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la división de la
sociedad en dos
partes, una de las cuales está por encima de la sociedad”. Estas dos
partes serían las
naciones imperialistas y
los países colonizados,
opresores y oprimidos.
Sin embargo,
simplificar gratuitamente de esta forma un proceso tan complejo como el
imperialismo no
es lo adecuado,
aun cuando creemos
que Marx acertó
en su análisis
de las
contradicciones sociales y económicas de la era moderna, son muchas las
causas y los
antecedentes que motivaron
el imperialismo, y
sus consecuencias, como
hemos visto,
aun persisten. No obstante,
debemos recordar, nuevamente pensando en Marx, que son
los hombres los
que deben hacer
que cambien las
circunstancias. Aunque no
siempre
cambien para bien.
A la postre,
el sueño de
la “belle epoque”
tenía sus pesadillas.
En ellas los
ensueños imperialistas se mezclaban con los temores de la democracia.
Mientras tanto la
amenaza de la guerra era cada día más real.
ACTIVIDADES
Procura responder con la mayor cantidad de información posible
Según el texto:
1) Como se define imperialismo
2) Según el autor , ¿ cual es el motivo principal para el surgimiento del imperialismo
3) Como se describe el mundo entre el periodo 1875 - 1914
4) Cuales son las características del periodo imperialista
5) Explique cual era el objetivo común de las grandes potencias para emprender la carrera imperialista
6) Refiérase a la visión de Lennin respecto al fenómeno del imperialismo
7) Por que E. Hobsbawn, plantea la creación de una economía global. Explique
8) Investigue en que consistió la guerra de los Boers
9) cuales habrían sido los tres pilares económicos que habrían sostenido el imperialismo
10) Infiera que relación existe entre capitalismo e imperialismo. fundamente sus ideas
11) Según Hobsbawn por que el imperialismo habría sido estimulante para las masas descontentas
12) Explique que fue y cuales fueron las consecuencias de la insurrección de los Boxers. Emita un comentario al respecto
13) cuales fueron las consecuencias del imperialismo para los países colonizados. realice una conclusión
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